- Hemos descubierto la importancia de la geografía
romana para la posteridad (quizá no desde el punto de vista técnico, pero sí,
al menos, en el imaginario común). Dicha contribución la podemos ver en
empresas tan hispanas como la del
Descubrimiento de América, la búsqueda de las fuentes del Nilo (el Azul fue
descubierto por el español Pedro Páez en 1613), la teoría de la Terra Incognita, inspirada
en Crates de Malos (que él llamaba Antecos), Mela (Antichthonas) y Macrobio (Temperata
Antecorum) de la que tomó posesión Fernández Quirós en 1606 o la
circunnavegación portuguesa de África hasta llegar a la mítica Taprobane
(Ceilán).
-La influencia de los geógrafos antiguos llegó hasta Pierre D´Ailly, en pleno siglo XV, quien se nutre de autores como Plinio el Viejo, Ptolomeo, Orosio, San Isidoro, entre otros, a los que sigue a pies juntillas. A su vez este autor influyó enormemente en Colón hasta el punto de impulsarle en su aventura.
-La influencia de los geógrafos antiguos llegó hasta Pierre D´Ailly, en pleno siglo XV, quien se nutre de autores como Plinio el Viejo, Ptolomeo, Orosio, San Isidoro, entre otros, a los que sigue a pies juntillas. A su vez este autor influyó enormemente en Colón hasta el punto de impulsarle en su aventura.
- La lectura de los geógrafos antiguos nos sigue sorprendiendo
por el enorme afán de conocimiento que atestiguan, y por las intuiciones
geniales a las que llegaron, a pesar de su falta de medios e instrumentos. Además, hemos visto que se mantiene una línea de continuidad, al menos, hasta el s. XV, respecto a la tradición clásica.
- En el plano de la Cartografía, es una lástima que
no conservemos apenas vestigios romanos. Sin embargo, restos como la Forma
Urbis o el catastro de Orange –con sus coordenadas de kardo y decumano- nos
sugieren que la concepción espacial de los romanos quizá no fuera tan distinta
a la que tenemos nosotros. Por su parte, la Tabula Peutingeriana nos muestra un
mundo sin fronteras.
- Sin embargo, pese a que no nos han llegado hasta
nosotros ejemplares de mapas, hemos comprobado que los soldados romanos
estudiaban, a través de ellos, la geografía del terreno, en sus largas veladas
de campamento y lo mismo hacían los estudiantes de retórica a través de mapas
murales. Este gusto por la geografía tuvo que estar motivado por la necesidad
de moverse por un mundo “globalizado” por primera vez en la Historia.
- También hemos descubierto que la geografía romana
era muy semejante a la griega puesto que griegos y romanos convivían en una koiné
de conocimientos. Compartían las mismas ideas y se complementaban entre sí. La geografía romana, como la griega, era una extraña mezcla de lo racional con lo irracional pues los relatos fabulosos (como en el caso de Tule, Taprobane o las islas Canarias) siguen apareciendo en sus obras.
- Pero no hubiéramos aprendido nada de todo esto si
no hubiéramos recurrido a las fuentes: sin los textos originales y los
documentos que hemos consultado este trabajo hubiera sido imposible.